XII- Escrito por Lucho Farías

Y está el placer por sobre todas las cosas, y más allá no hay nada, sólo queda la burguesía, el trabajo, y la desidia. A todos, el dolor nos acompaña de manera constante e incesante, todos los hombres venimos al mundo a padecer, y nosotros, el roñoso subsuelo de todas las patrias, nosotros los pobres, lo sabemos mejor que nadie. Pero queremos que a ese sufrimiento obligatorio no se le sume más enfermedad que procura el trabajo o la dignidad, no por favor, busquemos el placer puro y por eso no lo enturbiemos con prejuicios de dicha o de bondad. Debemos buscar el goce en todo, aunque el placer nos enceguezca. Pero no nos enjuiciemos, como rapaces abogados de los prejuicios. Pues esa visión del bien y el mal es lo que quizás más daño nos ha hecho como seres humanos. Los patrones nos mandan a laburar, cuando es su rabiosa tristeza la que despotrica contra nuestra libertad, pero nosotros les hablamos desde sus estéreos con nuestra cumbia villera, con nuestro placer y nuestro ritmo. Hay bastardos que siguen con los versitos aprendidos desde la televisión, para ellos dentro del calendario cada día se va, y es así de simple, así de estúpidamente simple. Apoyan los sentidos que traen de sus amos, y siguen siendo esclavos, porque es que entonces llega la noche, y no hay tiempo para reproches, porque quejarse es dejar de producir, pero claro ese placer que se propone sin quejas está acotado: porque mañana tempranito hay que trabajar. Nos dicen: vayan negros rían de noche, beban que luego hay que destrozarse el espinazo trabajando. Asco dan, los que esperan ser regados cual matinales flores con la saliva de los besos de sus amantes. Desde luego que nosotros sabemos que gozar, disfrutar sin cuestiones, es lo que los poderosos procuran también, pues ellos quieren ser reelegidos allí donde están, o si no volver aclamados un día como los salvadores de la nación. Pero revindicarnos como gozadores de la carne y las drogas es pasar a ser cuerpos y mentes. Somos seres que ante todo eligen ser eso que decimos, aunque los poderes se nos impongan en contra. Es decir no nos importa nada -y también eso es lo que ellos quieren- porque en definitiva a nadie le importa nada salvo su propia salvación que está muy lejos de tener pinta de cielo o de Justicia. Y a pesar de que les dejamos el camino libre para que hagan con las sociedades lo que quieran, para que nos subyuguen con la más brutal hegemonía, a pesar de que tienen la total impunidad de nuestra desidia, ellos no soportan que gocemos: prohíben los programas con cumbia villera, o peor, igualan nuestro rostro al del grotesco Rey Sol Marquesi hecho de la cara de un chico bueno y trabajador que gusta del rock nacional y de la literatura. Mientras, nosotros cantamos y decimos que no nos importa morir si no nos abren la puerta y nos dejan ir. Porque en definitiva las leyes están para que nosotros, la resaca, las traguemos; ellos las hacen sólo para nosotros, para que las ejercitemos, y por eso hablamos de libertad más allá del dinero y los reclamos. No somos despreciadores gratuitos de las ráfagas de amor o escupidores de agüita sobre los cuerpos sabrosos. No. Simplemente presentamos, o mejor representamos otra realidad que es simplemente nuestro goce y nada más. Es que la búsqueda de felicidad es inútil, la misma risa o el goce son en vano pues el dolor es la esencia humana. Pero ante ese dilema, la felicidad queda como la mejor elección. Y la mejor forma de hallar la felicidad es el goce físico. El cuerpo humano retozando de placer es el único taxi hacia la felicidad. Que la nafta sean las drogas el sexo de cualquier tipo, o la risa ante un chiste fácil, es un dato meramente circunstancial, ¿saben por qué? porque el resto de la resaca humana que prefiere pensar, sufrir o hacer sufrir es más inútil que nosotros y que el mundo que los rodea.