En primer lugar, primero, golpearé y violaré a mi padre, y cuando duerma lo mataré con un puñal. Luego, asesinaré con esa misma arma a mi hermano. Acribillaré a mis amigos. Más tarde, envenenaré a mi amante, a mi marido y a mis hijos. Finalmente, sentada cómodamente en mi sillón, relajada, abortaré el niño que llevo en mi vientre introduciéndome la desinfectada y larga aguja de tejer de mi abuela... su poco, su barato precio tiene la libertad... Mi cuerpo es el teatro de operaciones de esta guerra, y debo sufrir: deberé lustrar mis manos afilando y preparando mejunjes varios, porque debo librar mi autonomía de la esclavitud que me proponen ellos. Si me fuera posible la liberación mental, si pudiera abolir la opresión anulando las cadenas que me proponen con un simple gesto intelectual. Ah! Si eso fuera posible, cuánta menos sangre correría por estas veredas, cuánta cantidad de carne muerta se ahorraría la humana especie. (A propósito de esto, Rimbaud dice que los paganos no sufren el infierno, porque ellos no lo creen posible.) No soy una mártir, que eso quede claro. Bufo de indignación ante la injusta distribución de papeles en esta farsa que es el mundo. Ya lo sé, todo es a así, y cada cambio es inmensamente difícil, y que por ello la lucha debe ser continua e incesante, ya lo sé. Recién nuestras hijas habrán de gozar de los beneficios de una libertad no mediada por palabras de otro, ya lo sé. Sepan, solamente, que es hoy, que ahora yo estoy sufriendo, y que la única solución que encuentro es esta serie de asesinatos. He intentado diversos métodos para lograr mi autonomía y ninguno ha logrado mi liberación: he encontrado quien me ame, he alcanzado mi plenitud sexual junto a un hombre que me deja satisfecha (para ser claros, que me da orgasmos de todos los colores), trabajo a la par de cualquier ser del género masculino, tengo salud, tengo un padre que me ama, tengo pretendientes, he degustado dulces drogas, y bebido finos vinos, etc., y nada trajo la libre felicidad. Nada trae consigo la felicidad de etiqueta. Parece que la libertad hay que ganársela con sangre y las mujeres sabemos de sangre.
Además, yo ya estoy muerta. Hace tiempo, desde mi nacimiento, mi muerte está en mi vida. Los mataré porque yo tengo una muerte añejada en mis venas, de todos modos ellos no están más vivos que yo, ellos son simples espectros de mi forma de ver el mundo. Soy una madre para ellos, la maldita madre que los devora y que los mira morir fascinada porque es una máscara de cera muerta que no sufre que no siente. Mami fría e inerme. Madre seca
Además, yo ya estoy muerta. Hace tiempo, desde mi nacimiento, mi muerte está en mi vida. Los mataré porque yo tengo una muerte añejada en mis venas, de todos modos ellos no están más vivos que yo, ellos son simples espectros de mi forma de ver el mundo. Soy una madre para ellos, la maldita madre que los devora y que los mira morir fascinada porque es una máscara de cera muerta que no sufre que no siente. Mami fría e inerme. Madre seca
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