Buenas, amigos y amigas, volvemos (siempre volvemos) como si el arrepentimiento fuera un deporte hermoso y edificante... y confieso estoy arrepentido (cosa que odio) porque he abandonado a este hijo (bobo?) que es esta publicación. Ella nació allá por el lejanísimo 2000 (o `99? el signore profesor Peredo les podrá decir con exactitud calendaria ya que este anciano no recuerda ni su santo siquiera), y se movió como todo recién nacido con sustos, movimientos torpes, cagándose encima y mucho llanto de odio a este mundo. El Infierno, (nuestro cotidiano hogar, nuestro domicilio), los satanes que lo habitan, los mandados enfermos que torturan nuestro diario acontecer, nos demandan mucha dedicación y esfuerzo y sufrimiento. Sé que todo esto no es excusa para abandonar a un hijo, pero entiéndaseme que quizás me estoy abandonando a mí mismo, y que con él se va mi ser. Es que quizás abandonándolo, me estoy quedando solo, sin nada, ni mi ser… A mí sólo me queda esta risa amarga y podrida, (antes me servía, me reía de los diablos que eran gordos, y del fuego que tenía olor a mierda y no era tan fatal; y hoy todo me lastima en este lugar, con decirles que me resfrié... sí me enfermé con la humedad del Infierno) hoy estoy débil y muy viejo, creo que siempre fui un anciano decrépito, quizás mañana muera… pero hasta que llegue mi hora final juro que seguiré dándole a Forhtedon el aliento que necesite, aunque se me vaya el que necesite para este cacho de vida que me queda. No he abandonado Forhtedon, lamentablemente soy este espanto tirado en la existencia, soy el que todo lo abandona, soy el que queda solo en las madrugadas masturbándose con banales imágenes santificadas por la televisión… (mi culpa es prestarle mi atención a todo como un fanático panteísta)… Forhtedon es el alma de nuestra literatura, es siniestra y oscura (¿y que querían, alegría de tartamudos cerdos soñolientos?, búsquenla que el orbe está llena de esa fruta inmunda), su aliento huele a una mula muerta, tiene ojos de lava incandescente, mil cabezas de leprosos idiotas y la piel escrita con cuchillos y hachas. Forhtedon es la sonrisa de la amargura frente a lo inútil y lo bello (que es útil y necesario, aunque cueste creerlo). Forhtedon se hace en medio del despiadado devenir, por eso parece un gran viento que pasa y casi nadie ve salvo los que están cerca o los que les castiga el rostro. Somos hombres del Forhtedon casi a nuestro pesar, qué se le va a hacer… no vamos a cejar ante este dolor que es Forhtedon, amamos este dolor… bailaremos, correremos, sufriremos por esto, aunque nos mate.
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