miércoles, abril 13, 2005

El esclavo... Gustavo J. L. Peredo

A ti, oh Ángel vicioso, conduzco mis afanes
pues sólo tú conoces, como el calor a la llama,
que Espíritu y Paraíso entre otras estafas
son predicados inciertos e imperdonables.


Regidos por un destino ingobernable
que corrompe al niño y a la santa,
siendo Opio y Vino la Esperanza
del filántropo y el miserable.


Aquél a quien se le clama está lejano,
e indiferente, como una ramera que produce placer,
y se mofa de oír plegarias respondiendo “Tal vez”.


Oh Tú, Ángel del vicio, yo soy tu esclavo,
tu hermano, tu amigo ¡Ea, vamos a beber!
Escupe vino en las copas y trae una mujer.

No hay comentarios.: