Creo que tiene miedo. Está sentado en su cama viendo la ventana. Ahí afuera todo está gris y húmedo, en el invierno devastador. Ha despertado de una pesadilla, las imágenes todavía recorren sus ojos. Fuma en soledad. Mira el humo y recuerda las chimeneas, los ademanes descompuestos, y la ceniza tranquilizadora y purificadora. Y recuerda cómo la ceniza, se empecinaba en quedarse ensuciando sus solapas y sus medallas. Están allí en su recuerdo, los inmensos soplidos hacia el cielo, negros de tanto olor a carne quemada. Tiene miedo. Miedo que todo haya estado mal. Pero teme más el hecho de que todo termine. Tiene miedo de que en cualquier momento abran su puerta y reclamen “Wilhem Sammer”... Pero no, sabe que no terminará. Sacude su cabeza cenicienta tranquilizándose, está a salvo aquí, en este lugar tan lejano y escéptico. “Sólo son mis sueños” se tranquiliza, “debería volver a analizarme” se dice y cree que todo vuelve a la normalidad. Quiere caminar y despejarse. Y sale a caminar por allí. Es casi de noche. En la húmeda y fría ciudad se encienden las luces nocturnas que van a ensuciar la tarde y luego la noche. Lo saludan unas señoras como si fuera una personalidad. Se sienta en una plaza solitaria y ventosa. Cualquiera al verlo podría pensar: “Un jubilado muerto de hambre”. O simplemente: “¡Qué viejo loco, con este frío!”. En las avenidas los coches pasan salteados. Cada tanto pasa uno. Ve a dos niñas corriendo por el frío desierto de la plaza. Juegan. Él se extraña que estén solas, pero no les da importancia. Ellas corren sacudiendo sus cabellos y sus vestidos, viven su pureza infantil. Hacen rondas y gritan. Van y vienen. Él sonríe pálidamente, para sus adentros y sin fijar su vista en nada, como recordando la manera de sonreír. Ellas paran de pronto. Se le acercan y le dicen llorando: ”¿Por qué?” dicen una y otra vez, entre gemidos y quejidos, acercándose lentamente, como acudiendo en su ayuda. Es allí, en ese momento, cuando él se da cuenta que tienen marcado un número en la frente, y que en vez de ojos tienen dos agujeros negros y hondos, y que sus bracitos y sus piernas son muy, muy finos sólo hueso y piel.
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