sábado, agosto 16, 2008

IX- Escrito por Florencia Luna

Las palabras son simplificaciones necesarias. Precisamos quedarnos rápidamente con una porción del todo para no desesperarnos. Además, el mundo es muy grande como para no mirarlo de una vez, rápidamente. Incluso humanamente es imposible mirarlo todo. Es más, es un pecado saber de más. La hybris es la peor forma de transgresión que se concibe en la tragedia. Job no puede indagar las causas de su desesperante estado, es el ejemplo del justo, sobrio, temeroso de dios, agradecido, bondadoso, y, sin embargo, ese dios se juega su piel contra las astucias de su mono. Porque dios lo deja, el diablo le pone lepra a Job, le mata todos los hijos, le pulveriza la siembra, le aniquila las reses, y deja que sus dañinos amigos con reproches, lo hostiguen como a una alimaña. Pero, sin embargo, dios se enfada si lo cuestionan, porque no lo soporta, simplemente, él es así, como una histérica modelo. El absoluto significa quemazón de retinas. Recordad a la hermosa Alcmena, madre de Heracles, que fue fulminada ante la visión de su amante, Zeus, quien presentósele en todo su esplendor a pedido de ella, luego de ser tentada por Hera, la esposa del dios, para que aquél tan espléndido novio se le mostrara completo. Tengamos a bien considerar que las palabras son conformidades ante algo que es común a la humana raza, la realidad, que es aquello plural a lo que se refiere. Esos signos recortan, son como anteojos, cristales oscuros que filtran lo otro distinto de nosotros, ese lugar que empieza en nuestro cuerpo, que es una palabra con una materialidad débil, y que llega hasta las remotas estrellas. Conserva tu estado, es el anatema que cruza casi todos los consexos del mesurado Patronio a su amo Lucanor. No hay que pretender lo que no nos corresponde, o peor lo que no podemos aprehender, comprender, asir, tomar. La eternidad no es posible para el hombre. No existen ni la eterna juventud, ni el cáliz sagrado, ni el amor, ni el sujeto, ni el yo. Recordemos que al final, luego de fiebre, Don Quijano se arrepiente con gran contrición de sus estúpidas correrías pasadas, y de las creencias que las fomentaban. El hombre sensato deplora de los afanes de la gloria. Las palabras son necesarias, para señalar, nos sirven para las transacciones cotidianas, para nuestros actos de habladuría que se despliegan en el diario teatro. Son los contratos a los que recurrimos, para obliterar lo que sucede sin que lo podamos comprender.

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