miércoles, octubre 10, 2007

un epílogo por Gustavo J. L. Peredo



Muchos fueron los mínimos agravios que sufrieron sin lágrimas pronunciables nuestros ojos, pero aquí vivimos: respiren forhtedon. Es nuestro oxígeno, la indetallable amargura de las noches no dormidas, no soñadas, no vulneradas por el sueño que cura la vigilia, tan anémicamente hermosa. Nada se ha ganado, sobre nada hemos triunfado, sólo hemos dado a la esperanza del intelecto enmohecido una vieja mucama: la literatura. Ahora si que caminamos tantas avenidas sin ser vistos, ni aplaudidos, ni reciclados por nadie, a excepción de la lluvia, a expensas del sofocante andar. No, confiadísimo lector, no buscan estas líneas tu conmiseración, gracias de todos modos. Muchas madres hemos perdido y muchos hermanos hemos ignorado, negamos soles y lunas, negamos la mano amiga, la caricia amante, la felicidad del hombre: de toda esa negación han nacido los cuentos y las poesías, los suplicios y los insomnios, los esteban y los peredos, los lectores futuros. FORHTEDON nace en las tinieblas por ello sus ojos no se tropiezan en la oscuridad del mundo. Alejados de lo moral o lo inmoral, esas lenguas tan culturales que poco agradan a la literatura, cercanos sí a la experiencia del no vivir y del no existir sino en permanente compromiso desinteresado de hacer lo único que sabemos hacer: leer, pensar y escribir. No podemos darnos el lujo de perder tiempo ganando dinero. ¿Románticos... excéntricos?, narradores, poetas, escribidores de fantasías más reales que la devaluación de los rostros ante el inefable espejo. FORHTEDON los saluda con una mirada vieja y comprensiva, dulce anomia de un beso que se olvida sin nombre bajo el llanto de un muerto. Ámennos, ódiennos, vuelvan indiferentes sus ojitos hacia otra parte. Los siglos sucederán a los siglos, habrá nuevos imperios, volverán los tribunos y los esclavos, los césares y los mártires, todo volverá a ser polvo y desmemoria, fragilidad de olvido, menopausia de dichas propias o ajenas. Pero hoy estamos, hoy respiramos, hoy vemos, olemos y sentimos ese sol y esa lluvia, esa flor y ese llanto. Tenemos tantos nombres como el demonio y tantos sueños de barro como Dios, si algo deben decirnos, si de algún modo deben llamarnos, dígannos simplemente hombres del FORHTEDON, con ello viviremos y moriremos en paz.

No hay comentarios.: