Espíritu del exceso...
Oh déjame, Espíritu o Alma de los excesos,
la ansiedad y la inconsciencia ven a través de tus ojos
a quien posees lo excitas y lo colmas de antojos
que a la ansiedad no agota aunque el goce sea eterno.
Yo era joven y mi pulso iba en pro de lo bello,
de lo sedoso, del color y la música, de lo misterioso;
sano como un atleta, como una niña puntilloso,
Oh, era joven y sano, soñador y bueno.
¡El mundo abrió sus puertas humedeciendo mis cuernos!
Ebrio de adultez vagué descalzo, príncipe hediondo,
me llamó con voz sensual el comediante demonio.
Oh, ya déjame. Loco y hábil Ente de los excesos,
el vino lascivo endulza del Pecado los ojos
y el tiempo suena en mi alma con su péndulo roto.
Un demonio que me acaricia
Como un filo besando mi cuello
Condiciones humanas...
Podría, con la paciencia de una enfermedad,
esperar en la estación dolorosa,
descuidada. Por ti, por tus manos,
que son las manos de un demonio.
Un demonio que a veces recuerda que existo
y del anonimato salgo por un beso suyo,
que, a veces, me ama con suficiente odio
que estremecer me hace de miedo y dulzura.
¡Sígueme hiriendo, aún más, divino demonio!
Que la injusticia e ingratitud de este amor
se retoñen infinitos en mi esperanza de dicha.
Porque si tú comenzaras a quererme
como yo te quiero a ti se volverá mi corazón vil
y serás tú quien escriba poesías.
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