Por el borde de la mesa anda un recuerdo
Parece tener tus ojos y tu silencio.
Apoyo el vaso vacío sobre la mesa clara
Y tomo ese recuerdo por las patas.
Lo miro bien, parece un insecto
Tiene olor a desencanto viejo.
Un caparazón y duras tenazas,
Y un reproche vivo en la mirada.
Lo dejo sobre la mesa y veo
Que, efectivamente, es un recuerdo.
Pues tiene tus manos, tu espalda,
Y tu mismo anillo de casada.
“¡Fuera, fuera de aquí maldito engendro!
¿¡A qué vienes a mí, oh, recuerdo!?”
Y con violencia lo aplasto con la palma
y escucho, entre quejidos, sus últimas palabras:
“¿Así me matas? ¿Se mata así un recuerdo?
Ay, hombre tonto! Soy tu vigilia y tu sueño!”
Llevé las manos a la cabeza cansada
Y recordé tus ojitos, ay! Mi amada.
antes de ir a dormir para siempre lea forhtedon le prometemos un corso un infierno de serpentinas y placer en sus sueños en ese lugar adonde irá si lee nuestras palabras encadenadas y risueñas
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