lunes, febrero 21, 2005

Historia de un sueño sobre un campesino - Matías Esteban


A punto de ir a dormir su siesta, luego de una mañana atareada y de un sabroso puchero, un tranquilo y satisfecho campesino se sobresalta al escuchar unos ruidos en uno de sus corrales, detrás de la casa. Sale para vigilar, quiere ver qué esta pasando. Al llegar parece que todo está detenido, inmóvil, parece que todo flota sin ruido, y sin caer jamás. Mientras avanza, comienza a ver como los animales, sus propios animales lo miran fijamente, como paralizados. Cientos de bestiales ojos lo eligen como el centro de sus miradas fijas. Camina un poco más, y sigue viendo que aquellos ojos negros y peludos se fijan en él, y se clavan en su ser. Se detiene. El campesino está en el centro del silencio contenido de aquella respiración animal. De pronto la masa de bestias comienza a acercarse con los ojos fijos en él, su amo. Todo lo carnal se mueve sin ningún ruido, sólo se oyen algunas ramas quebrándose tras los pesados pasos, y el pasto raspándose y también el agua de algún charco invadido. Lentamente los chanchos lo alcanzan sin sus ronquidos, sin olisquear el aire caminan duros y mirándolo. El campesino se aleja despacio, una vaca y muchas más le cortan el paso; más allá unas gallinas y un caballo lo miran si moverse. Todo es silencio, piensa que hasta los pajaritos lo deben estar mirando. Los animales siguen acercándose, muchos arrastran sus patas y levantan la leve tierra, lo van rodeando. Mira a todos lados, tiene un poco de miedo. Atrás ve el alambre levantado, que da un corral con menos chanchos. El temor lo apura. Al pasar al otro lado, se engancha en las púas y cae de espaldas en el barro oloroso del chiquero. Se incorpora lentamente. Dentro del lodo se dibujan ondas, se siente que sinuosamente algo avanza. En una de sus manos enterradas siente una mordedura que le corta los dedos, justo un momento antes de que todos los animales lo despedacen vivo.

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